A menudo escuchamos una canción, nos enamoramos de ella y, poco a poco, sin querer nos pasamos el día tarareándola o silbándola porque esa canción está en nuestro subconsciente volviendo una y otra vez sin abandonarnos ni siquiera un solo instante.
En mi audición diaria post-comida, o siesta como queramos, le ha tocado el turno a la música de cámara del compositor y pianista ruso Dimitri Shostakovich, uno de los grandes del pasado siglo, músico que le toco lidiar con lo que de ninguna manera admitía, pero las circunstancias le llevaron a golpes y puntapiés hasta el final de sus días. Nació en 1906 en S. Petersburgo y murió de cáncer en Moscú en 1975.
Esta tarde he escuchado cantar a un coro de un pueblo, y quizás por la ausencia del maestro de coro o por no haber ensayado suficiente y, pese a estar perfectamente afinados no formaban un conjunto homogéneo, es decir, se distinguía a la legua las diferentes voces, no ya de los distintos grupos, sopranos, altos, tenores, barítonos y bajos, sino que destacaban individualidades como si de un grupo de amigos de taberna se tratara.
Hablando con los diferentes directores que han concurrido en el Certamen Provincial 2013 de la Diputación Provincial de Alicante, un servidor, se da perfecta cuenta que las cosas, pese a los años transcurridos, no han cambiado para nada. Todo el mundo está enfadado, infravalorado, maltratado….excepto, claro está, de los que se han llevado el primer premio.
La semana pasada asistí a la ópera en el teatro de la Zarzuela de Madrid, teatro donde trabaja una cantante soriana, Ana María Ramos, que de sobra es conocido su arte en nuestra capital por ser casi asiduas sus actuaciones en los conciertos anuales del "Otoño Musical" y otros eventos menos señalados.
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